El halcón


Marchaba el padre García sobre su vieja bicicleta, disfrutando el paisaje mientras volvía de visitar a uno de sus feligreses, pues el placer y el deber no siempre han de estar reñidos. Tuvo a bien tomar un pequeño descanso y refrigerio en un solitario bar de carretera donde, para su desdicha, estaba encendida la televisión y el noticiario acababa de empezar. Así, pudo escuchar la polémica desatada por los desplazamientos del presidente del gobierno utilizando un avión Falcon del Ejército del Aire para asistir a actos electorales de su partido. Ni que decir tiene que el efecto fué inmediato. Su violento y repentino enfado le llevó a pedalear con sobrenatural furia hasta la Iglesia, donde al fin pudo dar forma lírica a su rabia.




Un halcón para cristianos,
para herejes un Falcón,
surca orgulloso los cielos
de la hispánica nación.

Vuela en busca de unos votos,
pues es fiero cazador,
y de caro combustible
es voraz devorador.

Más lo paga el presupuesto
de la antedicha nación,
pero sólo alguno obtiene
beneficio cual felón.

Es bárbaro y es impío,
el jinete del halcón.
Todo eso se presume,
del presidente español.

Bien sabe que para él,
abestiado domador,
lo de todos no es nadie,
suyo es lo que es de tós.

Agrupados bestia y amo
en corpórea coalición,
surcan los cielos de España,
sin ninguna oposición.

Montaraces en las nubes,
bravucones bajo el sol,
vuelan sobre el territorio
al que dan dominación,
sobre súbditos paganos,
que bien pagan sin razón,
las facturas que consumen
el pájaro y el halcón.




No hay comentarios:

Publicar un comentario